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Etapa del GR92, entre Sant Climent de Llobregat i Garraf

 Por fin GRMANIA “sale del armario” en el Garraf   

Grmanas y GRmanos  

De cómo el título de esta epístola es por aclamación popular – de cómo las retinas quedaron deslumbradas por paisajes físicos y destapes humanos en un parque  que, también, nos enseñó sus encantos naturales – de cómo fue la evolución de la CORTA a la RECORTA para atrevimientos que pasarán a los “anal-es” de la historia GRmana – de cómo se fue calentando el ambiente hasta la “salida del armario” en los alrededores de Sitges – de cómo transcurrió el primer macrobotellón al lado de la playa.   

 Nunca hasta hoy un titular de una epístola o gacetilla fue tan democrático,  sugerido y sugerente. Las paredes del castillo de Eramprunyà, además de ser testigos de tantas hazañas históricas más o menos ardorosas, también habrán recogido los comentarios que por allí se dijeron mientras corría el vino,  se consumían viandas y frutas más o menos simbólicas de algo más. Un titular que pretende dar fe de la historia de la última etapa de la temporada, en la que se echó en falta a distinguidas personas que están en dique seco, refugiadas en los libros o vaya usted a saber  qué otros motivos alegan. Dar fe de que el trabajo a la sombra de nuestro orientador de mapas y GPS sirvió para guiarnos hasta nuestro destino final en el pueblo de Garraf. Y animar a quienes convalecen y preparan la próxima temporada, aunque deban consolarse con aquello de que “el descanso también forma parte del entrenamiento”.   

Las cerezas del “Jerte catalán”  

Una de las ventajas de los GR es que pueblos casi ignorados pasan a la lista de pateados. Sant Climent de Llobregat, a 87 metros sobre el nivel del mar,  nos recibió como si fuéramos un destacamento de inmigrantes que iba a recoger las cerezas que ya no existían. Pero algunas sí estaban a la vista de supuestos amigos de lo ajeno. Justo ese fin de semana se celebraba la 31 edición de la Exposición de Cerezas, cestos decorativos que dan fe de una comarca que produce el 33% de las cerezas catalanas, en una superficie de 288 hectáreas. 30 variedades de este libidinoso y placentero fruto, tan usado para diversas e insinuantes artes. Enfilando el pueblo desde la plaça Francesc Macià hacia la salida del Cementerio,  con terreno más elevado (como casi siempre son nuestras salidas), se abrían los campos de cerezos. Hubo quienes, casi como aves de rapiña, se imaginaban los árboles llenos del fruto rojo. Nada. Las fincas con alambradas sólo enseñaban los árboles despojados de sus frutos. La resignación inicial se vio compensada por el afán de saborear esa fruta “prestada” que tan bien sabe. Algunos tuvieron suerte y, balanceándose en la tela metálica protectora, alcanzaron algunas ramas espléndidas. La carnosidad, los azúcares en su punto, la insinuación de esa fruta prohibida por ser de otro, la sospecha de si no podía repercutir negativamente en el intestino después, la posibilidad de que el amo te haya visto, todo ello formaba parte del ritual. Un efecto colateral fue que, tan contentos ellos, se olvidaron de las marcas y se perdieron. Varias rieras fueron marcando el territorio: riera de Salom, riera de Sant Llorenç. Después, Can Amat, font del Miracle y la urbanización de Bruguers, la cual anunciaba el santuario de Bruguers. Los de la fruta prohibida tuvieron que llegar hasta aquí por el borde de la carretera, sorteando enormes camiones que iban o venían de una pedrera cercana. Una de tantas como hay por la zona del Garraf.   

Un desayuno “picante” 

A 235 metros sobre el nivel del mar se encontraba el santuario de Bruguers. Allí se empezó a entrever una constante en toda la etapa: un grupo muy rápido y otro más pausado. Ambos, por supuesto, fueron reencontrándose, tal como marcan las normas. “Els misteris de glòria” rodeaban a esta ermita, un lugar donde ya nuestro experto en “calentamiento global” dejó caer alguna frase sobre la supuesta relación entre pérdidas femeninas en excursiones y bajada de prendas interiores. Y lo decía a la puerta de una ermita que aún conservaba los pétalos de rosas de una ceremonia nupcial muy reciente, quizá lo insinuó pensando en lo perdidos que debían estar a aquellas horas la pareja  recién casada. A continuación, empinada subida hacia el castillo de Eramprunyà, a 438 metros, lugar de gratos recuerdos para quienes, años ha, pasaron por aquí en un mes de noviembre mientras participaban en la Marxa del Garraf.Cuando unos llegaban otros ya estaban en los postres. Las conversaciones empezaban a caldear el ambiente posterior. La euforia del vino, el calor ambiental y la primavera debieron ser la causa de la posterior hilaridad. Motivos hubo variados. Por ejemplo, ese hombre que acariciaba con los dientes y luego comía un plátano y que alguien lo contemplaba con deleite. O la tertulia en torno a los ingredientes de las paellas: con cigalas para unas, con almejas y conejo para otros. O alguien que habló de una paella gay, o de una pastilla rosa. O nuestro atleta de élite que ofreció la posibilidad de hacer algún tupper-sex, como para dar trabajo al sex-shop que inauguró un corredor en Rubí. O quien se imaginó una tienda de condones enfrente de Correos. Con tal buen ambiente casi nadie sospechaba que el desenlace de la playa de Garraf se iba anunciando y estaba servido. También hubo tiempo de contemplar la enorme panorámica que se veía, miraras a donde miraras. Incluso Montserrat despuntaba detrás de un montículo, como queriendo no ser visto. El Baix Llobregat y el delta del río del mismo nombre se ofrecían ahí enfrente, con dos pistas: la de agua del canal olímpico de Castelldefels y la que está en construcción del aeropuerto de El Prat. Mientras en una se reflejaba el brillo del agua marina olímpica en su tiempo, en la otra eran los vidrios de los coches los que delimitaban un entorno que anunciaba que los aviones, las ilusiones y los largos destinos nacían o acaban allí.  

 La competición más disputada por el primer puesto 

Antes de llegar a La Morella, donde se encuentra una cruz y el vértice geodésico que anuncia los 595 metros, las primeras líneas fueron testigos de una de las luchas más apasionantes en el camino. La casualidad hizo que un grupo de GRmanos fueran hablando de la supuesta rivalidad de Alonso y Hamilton en la última carrera de Fórmula 1 de Montecarlo. En ésas estábamos cuando, en lontananza, pudimos asistir a la lucha casi encarnizada entre nuestro jefe de personal, que quería defender su merecido primer puesto, contra la velocidad perseguidora que imponía un insigne empresario del ramo de la pintura. “Yo aquí sí pinto algo” debía ir pensando cuando lanzó un veloz ataque. La carrera mantuvo en vilo y en tensión a los espectadores de la segunda fila hasta que las cosas quedaron en su sitio y, tanto a  vencedor como a perseguidor, hay que felicitarlos por la emoción y el esfuerzo que le pusieron. Allá arriba estaba la cruz que lo veía todo;  detrás, el parque natural del Garraf i Olérdola; al lado, la última capa del enorme basurero con que se debió rellenar ese gran agujero que a saber qué guarda en su seno.   Y, bastante atrás, el grupo que caminaba a su ritmo. Repliegue general, la inmensidad de una vista que a más de uno les hizo ir hasta el infinito y más allá. La costa recortada se extendía hasta donde permitía la bruma. Siguiendo hacia el sur, a aquella hora en Sitges había una reunión de  empresarios con el jefe gubernamental de León. Más abajo, en Tarragona, desembarcaban esas personas de países pobres no acogidas por Malta. Y nosotros, desde lo alto, situados a otro nivel. Hasta hubo quien se situó aún más alto y se dejó fotografiar en posición de Cristo a los vientos. De sobra sabía él que, dentro de poco, a nivel de playa también lo retratarían  pero enseñando otras partes.  

 Palmitos y simas en un parque natural con encanto

 Ya de bajada por en medio del parque del Garraf, hubo que dejar a un lado la inmensidad del basurero para sortear profundas simas, típicas del paisaje cárstico de la zona. Las 12.376 hectáreas conformaban otro tipo de paisaje, con el palmito y la vegetación baja como característica, cruces de caminos, el mar al fondo y barreras en las carreteras para detener a vehículos que se enfilaban desde Castelldefels por esa mítica subida que algunos ciclistas denominan como “el Angliru catalán”. Al otro lado, Plana Novella y su monasterio budista. Hacia abajo, trotando, llegada al centro de interpretación La Pleta, a 350 metros, una masía modernista situada a la entrada del Parque natural. Dentro, dos encargadas o funcionarias. La primera, servicial y muy atenta, vendía mapas a dos euros. La segunda, funcionaria de la vieja guardia,  te regalaba los mapas. Y, más adentro, la exposición permanente titulada “El Garraf, bressol de l’espeleologia a Catalunya”. Sin parar de bajar por un camino zigzagueante, aún hubo que descubrir otra gran cavidad de fabricación humana: una inmensa pedrera en proceso de vaciado. Quizá acabe como la ampliación del basurero. O no. Con el mar al fondo y el sol encima, los caldeados ánimos ya ansiaban llegar al agua y a las neveras del primer macrobotellón, en Garraf, a 20 metros sobre el nivel del mar. Mientras, se preparaba la atrevida sorpresa de la jornada.    

De la CORTA a la RECORTA 

Una cuadrilla de ocho atrevidos GRmanos sacó de sus archivos la idea que se fraguó el año pasado durante el baño en la playa de L’Escala, al final de la etapa del GR de junio. Se trataba de sorprender al respetable con un baño en tanga. Rápidamente se puso en marcha la CORTA (Comisión por la Recuperación del Tanga). Viendo que los paquetes encogen en el agua, nuestro ilustre nadador de élite valoró la posibilidad del que “la tanga más corta” y subtituló a dicha comisión como la RECORTA. Y se produjo el movimiento de búsqueda del tanga adecuado. Dicho nadador dio con los restos de un modelo de majorette de los pasados carnavales de Tenerife. ¿Problema? Era de mujer y las pruebas periciales demostraron que no tenía la suficiente cazoleta delantera como para sostener la paquetería masculina. Desestimado este textil, también se desechó otro modelo con pajarita delantera, traído de Sitges y cuyo precio era inversamente proporcional al tamaño de la muy escasa tela. Al final, el modelo escogido no era excesivamente descocado, era versátil y listo como para lucir los blancos mofletes traseros en toda su amplitud, con una línea de tela que cosquilleaba muy gratamente los interiores. Otro problema colateral fue que nuestro ilustre orientador de GPS estaba en la lista de escogidos pero por causas ya conocidas, no pudo asistir. Hubo que buscar sustituto y no fue tarea fácil. Hasta que nuestro ingenioso GRmano que se estira y descansa en cualquier alto del camino, se decidió a participar y llegó a proclamar que tal descoque pasará a los “Anal-es” de la historia de GRMANIA. Y allí se presentaron, en una playa que les tributó hasta aplausos por parte de foráneos, en un gesto de atrevimiento nuevo para ponerle más salsa al baño, y para  simular qué podría significar eso de “salir del armario” si tanto cuesta a veces participar en una broma así. Bien fotografiados por delante y por detrás, en grupo, en parejas y solos, luego vino el agua fría que puso las cosas en su sitio y calmó los ardores del camino.  Bromas aparte, con el tanga puesto se deseaba que nunca nadie deba tener que “salir del armario” para ser como es y vivir como quiera. 

 El primer macrobotellón  

Las neveras destapadas colmaron la sed del personal con multitud de latas, bien frías y variadas, al gusto del consumidor. Los 43 céntimos del precio de compra de una lata en un supermercado se convertían en tres euros al otro lado de la pared que nos ofrecía sombra, de uno de los bares de la zona. El primer macrobotellón demostró, una vez más, la capacidad organizativa del grupo. Prueba de ello fue la intención de repetirlo alguna vez más, siempre que acompañe el buen tiempo y haya que huir de las “clavadas” turísticas. Con estos ánimos ya se prepara la última experiencia de la temporada. Ésa que simboliza la anual eucaristía en torno al arroz elaborado con la colaboración de todos y todas. Una prueba más que verifica aquello que en cierta ocasión dejó dicho Emerson: 

“En cualquier caso, las personas son siempre mejores de lo que parecen”  

Evaristo

Terrassa, 5 de junio de 2007

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Etapa del GR92, entre Montcada y Santa Creu d’Olorda

Collserola: al fondo, coches; al lado, pájaros y bicicletas  

GRmanos y GRmanas, 

“No daba un duro por esta etapa”, he ahí una frase dicha en voz alta por una notable GRmana y pensada por más personas. Estábamnos ahí al lado, rodeados por un gentío impresionante, por innumerables edificios y casi casi el “som sis milions” estaban todos allí abajo: en los dos Vallès, Barcelonés, Maresme, Baix Llobregat, Bages, Anoia, etc. Mucho mundo se veía desde este recorrido.  Tal frase fue oída en medio de un frondoso bosque, con flores a ambos lados del camino, robles centenarios, helechos y mucha vegetación. Una postal que, descontextualizada, podría pertenecer a zonas húmedas de sitios situados a mucha distancia. Pero no. Todo estaba allí, soportando humildemente una soledad bien acompañada de bicicletas. Muchas bicicletas que se convertían en un susto cuando aparecían en cualquier curva. Pero sin problemas de convivencia. 

En medio del cemento 

Allí en medio, debajo de una de tantas autopistas como cuartean Montcada, descargó el autocar a una diezmada tropa de caminantes. 40 plazas para 26 senderistas que anduvieron 25 kilómetros, desde las 7 de la mañana hasta las 13 horas. Sí, historia pura en GRMANIA: la primera etapa que, saliendo en autocar de Terrassa,  se empieza a esta temprana hora. Por hitos para nuestro particular libro Guiness que no quede. Más adelante, más récords. Si de referencias peculiares se trata, más hubo. Por ejemplo, ¿a quién se le ocurre hacerse un chequeo de las ancas andarinas después de la anterior etapa de 29 km? Pues alguien fue a los típicos y profesionales toqueteos y resonancias médicas del tobillo. Y allí salieron los efectos colaterales de los huesos puestos a prueba previamente. Los resultados fueron disparatados. Pero vino a la etapa. Igual que otra GRmana, que acudió rauda y veloz aunque tarde a la cita. Estaba justificada su impuntualidad: tuvo que visitar al Sr. Roca varias veces antes de salir y en su mochila parecían figurar varios rollos higiénicos. O aquella otra GRMANA que manifestó haber quedado “cruixida” después de la anterior etapa, que se ve que progresa muy adecuadamente.  También, por supuesto, justificaron su ausencia caminantes que se reponen para empresas posteriores. Desearles buenos arreglos y más ilusión.Pronto dejamos el cemento para ascender y ver desde arriba lo que habitualmente vemos desde abajo. Una primavera tan lluviosa da muchas agradables sorpresas, algunas a nuestros pies, otras más arriba. El Parc de Collserola es ese pulmón que aún los humos, las diversas poluciones y las otras presiones no le afectan. Esta montaña está llena de sorpresas, tanto mirándola hacia arriba como, en las alturas, entornando la vista hacia la inmensidad del cemento. Muchas fuentes, aunque algunas sólo conservaban el nombre. Otras te regalaban el agua. Curiosos nombres como el de Font de la Mitja Costa.  

Pronto, parada gastronómica 

Bueno, no tan pronto aunque pocas veces antes de las 10 horas se agitan las interioridades y solicitan sólidos condumios. Antes hubo que ganárselos con más subidas, bajadas, ceder el paso a las bicicletas o al revés, ver a deportistas de todas las edades que se entretenían en ascensos y descensos a aquellas horas, que aparecían los mismos en puntos distintos, observar casas con la herrumbre del abandono, algunas cabañas despistadas con sospechosas señales del placer del momento, copas de árboles muy arriba y atalayas conocidas que delatan dónde estamos. El Tibidabo, el cementerio de Collserola o la torre de ídem identifican la zona. Y tanta masa arbórea contrasta con las vistas panorámicas que te permiten ver muchas comarcas con un simple giro del cuello. La vista cabalga de una a otra y la memoria( o lo que queda de ella) juega a ese entretenimiento de identificación de las poblaciones, a distinguir el velódromo de Horta, esa forma tan sospechosa de Jean Nouvel (la torre Agbar), rondas, barrios, el mar, la vida que discurre allá abajo mientras nosotros, aquí arriba, podemos disfrutar con el sonido de los pájaros, con el verde y con el sexto sentido para la captación de la siguiente bicicleta. Con tanta práctica, a comer se ha dicho. 

La parada, ya

 Como dijo el coordinador general de esta cofradía andarina, otro hito para la historia. Por primera vez GRMANIA es Okupa. El oasis no era un espejismo. En medio del bosque el grupo se detuvo ante unas sillas que pertenecían a Juaco. De plástico, bastante limpias, con mesas a su alrededor, vacías, allí estaban a disposición del grupo. Pertenecían al Asador Can Juaco, se cogieron prestadas para la ocasión y, al final, todo quedó casi mejor que estaba. Tanta inusual comodidad propició que la imaginación formara un paraíso deseado. Como Juaco aún no había abierto, se echaba en falta la cerveza y los cafés, como mínimo. Hubo que conformarse con conversaciones y con las botas. Hablar por hablar. De entra el repaso habitual a casi todos los temas habidos y por haber, mientras el mundo queda arreglado en cada etapa, las elucubraciones formularon una posible pregunta al futuro miembro de GRMANIA, casi ya con sus posaderas en sede parlamentaria o municipal: ¿Qué hay de lo nuestro? Allí se decía que un buen tema podría ser la demanda de un pequeño local para reuniones y eventos varios. Quienes aspiraban a tanto solicitaban que, caso de que lo nuestro algún día fuera real, lo primero en instalar sería un buen grifo con cerveza de barril y jarras del tipo hincha inglés. Debía de ser un espejismo de lo que en aquel momento no teníamos. La realidad es que seguiremos en sede virtual porque tal GRMANO nunca haría esto “por ética y por estética” (Diario de Terrassa dixit).Más bien nos haría “pedagogía de la convivencia” (sin cerveza). Y los okupas desokuparon el lugar, no sin antes dar cuenta de otro hecho para los anales.  

El brillo del acero 

El acero comienza a brillar. De hecho, ya se ha visto alguna cheira, albaceteña o pallaresa (navaja) pelando fruta. Quien la trae la usa, la guarda y no hace ostentación. No obstante, en esta etapa hubo acero que fue muy enseñado y presumido. Quien lo llevaba lo acariciaba, lo sacaba y certificaba que había sido importado de Argentina. Pero no sólo eso. Ocupaba el primer puesto de la marcha y, cuando veía que alguien quería pasarle, parecía como que daba a entender que buscaba muescas para la empuñadura. Aunque todo quedó en una figura retórica para gracejo general, como no podía ser menos. Y como de la Pampa se trata, nuestro hombre de teatros varios dejó sobre la mesa la voluntaria participación en banquetes carnívoros preparados por nativos.  Y como de otras máquinas también se hablaba, nuestro coordinador general informó de que se dispone de unos instrumentos para “cazar al cazador”, o sea, walki talkies que detectan las transmisiones de los tiroteadores de animales y alguna vez también de excursionistas.  

Ocupados en caminar

 En caminar para establecer otro récord: llegar a las 13 horas al punto de destino. El dilema: o estar o marcharse el autobús, he ahí la cuestión. Y estuvimos con bastante puntualidad. Pero antes pasamos y vimos todo lo posible: la ermita de Sant Iscle de les Freixes, en una finca privada; muchos puntos altos o turons como el de Valdaura, el coll de Maltall o de la Margarola, y desniveles que parecía que sí existían. De los 40 metros de Montcada hasta el Coll de Vinyassa a 480 metros, subidas y bajadas que aumentaban los desniveles acumulados en una etapa por la que no se daba un duro (o algún céntimo de euro, ahora en estos “tiempos modernos”). Un recorrido que también tocó poblaciones de postín, núcleos residenciales burgueses en Vallvidrera (230 metros) chalets, torres, urbanizaciones, quintas, paradas de ferrocarriles y aires de “rico en la naturaleza pero muy cerca de Barcelona”. Enfrente de la estación, la historia, una casa, un museo y una sede de un parque natural. Un monumento a Jacint Verdaguer en forma de libro con una peana que decía:  “La poesia és un aucellque fa soviet volades a la terra” (Jacint Verdaguer) Y, enfrente, la casa-museo en donde murió el cura nacido en Folgueroles. Y, cerca, muchos coches oficiales aparcados. Por supuesto, debían ser de funcionarios del Parc de Collserola. De quién, sino. ¿Qué si había subidas? Pues ahí va la del collet de Can Sauró, a 400m.. Más arriba, Turons de Can Pasqual, a 470. Y, más adelante, a las 13 horas, otro récord, el final en Santa Creu d’Olorda, a 380 metros. Aquí, parada y no fonda. Un buen sitio muy ambientado por olores a la brasa, una ermita y, por allí debe andar la “Pedrera dels Ocells”, y paseantes que debían refocilarse con olores y sabores varios. Nosotros y nosotras, al autocar. La jornada económica acabó aquí, con paisajes, deporte, lugares abarrotados, otros aún vacíos de edificios y disfrute en una hermosa etapa aquí al lado. 

Como decía John Steinbech:

 “La gente es también el lugar donde vive”

 Terrassa, 9 de mayo de 2007

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Etapa del GR92, entre Coll de Can Bordoi y Montcada

Del realismo de un camino exigente a la magia de una reunión gastronómica y literaria  

Grmana y GRmano

Tengo una pregunta para usted:  

Después de los dos años que se le han dejado para leer (o releer) la primera entrega literaria de GRMANIA, El Quijote, ¿se atrevería usted a enfrentarse con las siguientes líneas de uno de los principios más famosos de una obra maestra de la literatura: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”? He aquí el realismo mágico en la historia de seis generaciones de los Buendía, del inventor de un remedio para tener buena memoria (la bebida del gitano Melquíades que ya falta nos hace) que trajo a Macondo el imán, la lupa o el hielo. El principio y  el fin de un pueblo y esa soledad que, ni de lejos, quiere para GRAMANIA nuestro jefe de personal, el cual proclamó esa máxima que bien podría figurar en el frontispicio de nuestras mentes senderistas: “Amb GRMANIA mai patirem cent anys de soledad”.   30 millones de ejemplares vendidos, publicado en 35 lenguas desde hace 40 años por un autor que ahora tiene 80 y que hace 25 años que recibió el Premio Nobel de Literatura, enfundado en la guayabera de su lugar natal. Qué le voy a explicar a usted que no demuestre mi pedantería. Par saber más y mucho mejor, consulten con Álvaro Mutis, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Víctor García de la Concha y Claudio Gullén (en la introducción del libro). Y disculpas para quien, cautivador de damas, esperaba el Kamasutra con imágenes creíbles, algo que se deja para prácticas o intentos íntimos. Y una próxima pista, más adelante, que orienta en dónde dicen que se inspiró el autor para comenzar el libro así. Y otra frase de cosecha propia que imita mal al libro y recoge el acto fundacional de GRMANIA. Todo y más, a continuación.  

Casi “pleno al quince”

Casi. Por poco no se pasó a los anales de la ocupación total. 36 personas se enfrentaban a esa realidad sólo conocida por unos puntos en el GPS y por unas hojas que trasladan al papel aquello que uno sufrirá en su cuerpo. Una etapa exigente, muy llena de “colls”,  que se extendía por un litoral con buenas vistas pero difuminadas por la persistente niebla, que discurría por las crestas de la conurbanización metropolitana y que acababa con la reunión gastronómica y literaria, en un lugar a la sombra y sentados como nuestras posaderas se merecen. Más de 28 km, 960 metros de desnivel y una fortaleza quye ya se entrena para el GR 1. Nada más empezar, el camino se inició con un amago de subida y el suspiro en voz alta de quien hacía tiempo que no venía y que caminó ayudado por dos bastones: “Ya empezamos a j…” Ése era el aperitivo para el buffet libre que vendría después, un tobogán con abundantes subidas y bajadas y muy variadas sorpresas de tipo sólido, líquido, gaseoso, humano y vegetal.  

Sorpresas sólidas

La principal, la orografía de un terreno exigente el cual, de tan sólido que era, dejó huellas e hizo chirriar algunos engranajes de las rodillas y fue causante de agujetas varias el día después. La ventaja es que ya hay operaciones que, si sus resultados son como los de la recién operada del menisco que iba en la primera línea, podemos caminar tranquilos. Sin embargo, hubo una rodilla en especial que se resintió más de la cuenta y, cuando quedaban pocos kilómetros para el final, casi a la sombra del hospital de Can Ruti, se produjo un movimiento de solidaridad encomiable. Nuestro ilustre rapsoda estuvo bien acompañado en el tramo final, todos muy motorizados. Incluso al final se enorgullecían de haber acabado la etapa en un bar “por prescripción facultativa”: fue uno de nuestros médicos el que les “recetó” una cerveza en el bar más próximo, tratamiento que siguieron al pie de la letra. El terreno, por otra parte, tensó los reflejos, al transcurrir parte del camino por tramos encajonados, profundas hendiduras configuradas por el agua y por los neumáticos de aventureros urbanos con motos de cross. También los dólmenes y restos ibéricos mostraron una solidez verificada por el transcurso de los años y aún siguen en pie. 

Sorpresas humanas

Además de la compañía habitual del grupo, sin atisbos de soledad, el buen tiempo parecía que animaba al paseo o a hacer ganas de comer moviéndose, o a justificar la mañana de algún modo o vaya usted a saber por qué uno sale de  casa y vaga por esos parques naturales o zonas protegidas a aquellas horas del día. Muchas bicicletas de montaña, muchos maillots con mil y una inscripciones, ciclistas vestidos al uso y con ganas de devorar kilómetros. También, por supuesto, esos quads que tanto se venden ahora y los habituales coches que dejan ese rastro de polvo que, cuando se junta con el sudor que discurre por tu cuerpo, produce una extraña mezcla que después tiñe el agua de la ducha de colores variados. Y personas caminando, muchas más que nunca: en la ermita de Sant Mateu, en la Conrería, por Can Ruti y por el poblado ibérico de Montcada. De todos modos, la sorpresa humana más importante fueron esos cuerpos bien curtidos a lo largo de la temporada, con un aguante y ritmo en progresivo aumento, una consecuencia más del espíritu de GRMANIA. Sin embargo, entre el sector femenino suscitó más exclamación de deseo contenido la imagen de un anuncio del torso desnudo de un bello Adonis que decoraba un anuncio en una furgoneta. “Magic Body” decía el lema de tan insinuante imagen, a la que paseaban por una calle detrás del hospital de Badalona.  

Sorpresas líquidas

El sofocante calor provocó un creciente consumo de líquidos, muy bien repuestos en oportunas fuentes públicas, colocadas estratégicamente cerca de zonas de ámbito religioso. Por ejemplo esa fuente en la Conrería, dentro de ese recinto que, en otro tiempo, colmó la sed espiritual de dos ilustres GRmanos en su etapa de joven formación. O aquella otra detrás del recinto monacal de Sant Jeroni de Murtra, encima de Badalona. Con  aires más laicos, también se veían esos grandes depósitos que acumulan agua para los bomberos, una sana insinuación a bañarse en medio de tanto calor. Y qué decir de líquidos de otros colores como las rieras que eran afluentes del río Besós, ya cerca del final de etapa. Agua de colores y olores diversos, una secuela más de este montaje de civilización en el que vivimos. 

Sorpresas gaseosas

Para qué nos vamos a engañar. No es realismo mágico, es la más cruda realidad. Los malos olores, los excrementos, las aguas residuales también van unidas a la vida. Nos guste o no, Montcada te familiariza con los desechos, con el olor que desprenden y aporta un toque de optimismo cuando se ve la depuradora como tabla salvadora de males mayores. 

 Sorpresas vegetales

La primavera está que se sale. Y no es por esas conversaciones más o menos subidas de tono. Eran muchas las flores, el verde ya fortalecido, los campos en los que despuntaban las primeras amapolas, esas hojas que estrenaban las verdes tonalidades en los árboles que volvían a vestirse. Llamó la atención la repoblación de viñas en la zona de Alella, buena señal de que su fruto transformado se aprecia y se bebe. Al tacto también le sorprendieron la cantidad de plantas, pinchos, zarzas, espinos que nos hacían reverencias a ambos lados de estrechos caminos, nos acariciaban los sentidos y obligaban a dejar una prudente distancia de seguridad, para evitar el efecto latigazo de esas ramas que cimbrea la persona que va delante.   También, variados cultivos, algunos de los cuales pusieron a prueba el bagaje de cultura agrícola de la mayoría, y eso que más de uno hemos sido desertores del arado y, quizá allí es de donde nunca debíamos haber salido. “¿Qué planta puede ser ésa? “Para mí son hierbas, hierbajos, plantas o vegetales” (al final alguien precisó que eran habas). De momento no hemos llegado a confundir un campo de trigo con una enorme pradera o con un campo de golf. Menos mal.  

Los vericuetos del camino en forma de “colls”

Los pequeños puertos y su altitud evidenciaban el esfuerzo acumulado. El coll inicial a 315 metros nos recibió para presentarnos a Can Bordoi, a la Torrassa del Moro a 413 metros. Otro coll, el de Parpers, 295 metros, después el de Sant Bartomeu a 385, luego Sant Mateu con su ermita a 488. ¿Vais imaginando la curva de nivel y sus oscilaciones? ¿Más colls? El de Font de Cera a 270, el de Galzeran a 410, el de MOntalegre y su Seminario de la Conrería a 295 metros. Aún quedan más pero, a la bajada, ante los caminantes se le mostraba el hospital Germans Trias i Pujol, Can Ruti de Badalona. Precisamente aquí es donde la rodilla de nuestro querido poeta debió oler a hospital y dijo ¡basta! Con el inmediato movimiento de solidaridad hacia el autobús. 

11 años atrás

Detrás del centro curativo se iniciaba el espacio protegido del Torrent de l’Amigó . Un buen lugar para descifrar una inspiración y para proponer otra. Del maestro García Márquez sus estudiosos dicen que, para escribir la frase inicial del libro regalado, se inspiró en la siguiente frase que, años antes, escribió Juan Rulfo en su obra maestra “Pedro Páramo”: “El padre Rentaría se acordaría muchos años después de la noche en que la dureza de su cama lo tuvo despierto y después lo obligó a salir”.En este tramo del camino nuestro coordinador general se fijó en una vieja y desapercibida casa que podría dar lugar a la siguiente frase pirata, imitando a los maestros anteriores: “El coordinador de GRMANIA, tal día como hoy, al paso por la masía Can Barbeta, del año 1683, recordaría que, once años atrás, el grupo dio sus primeros pasos en un lugar de parecido nombre del GR 5, a las afueras de Sitges, llamado Mas d’En Barbeta”.Los colls y otros monumentos no acabaron aquí. Aún quedaba el monasterio de Sant Jeroni de la Murtra, en Badalona, el coll de les Ermites y, al fondo allá arriba, los restos ibéricos de un poblado en Montcada. Ya al final, el río Besós, a 32 metros, reagrupó al sector solidario con el poeta, que había tomado la cerveza, con quienes venían deseosos de catar su espuma. Del encuentro gastronómico y literario, uno sólo puede hablar sólo de oídas. Por lo tanto, mejor callarse.  

Aunque sí quiere recordar aquí la frase del escritor Emili Teixidor que publicó el pasado domingo el diario EL PUNT en la portada:

 “Llegir dóna valor al temps” EvaristoTerrassa,

24 de abril de 2007 http://afondonatural.blogia.com